Domingo 11 de la mañana, estamos en el imponente Teatro Mayor Julio Mario Santodomingo, en la ubicación más barata que pudimos conseguir, justo arriba, arriba de todos, como 6 pisos arriba. Sale Aterciopelados, son 4 músicos y un señor atrás sentado en una mesa con hojas pintando, dibujando decía Andrea.
Puntuales arrancan, impecable presentación, utilizan pelotas enormes para sentarse, la escopeguitarra (a la que se le rompió una cuerda) y una baterista sin baquetas. 19 canciones, nuevas y viejas, versionan sus propias canciones, otras se escuchan muy parecidas, otras no. ¿Son hippies? Su discurso político se mantiene, ¿ha cambiado?, los indígenas asesinados, la plata a veces si sirve para algo (al darse cuenta del escenario), los temas que no se pueden hablar porque todos nos podríamos a llorar, “es mejor cantar”, y la naturaleza. Suena “La Pipa de la Paz” y yo me transporto 10 años atrás, Andrea con su bonita personalidad, mucho más allá de la despreciada “sumerce” cantando canciones de sus discos en solitario, y el genial Héctor Vicente, tocando como si fuera joven y greñudo.
Aterciopelados suena a tantas cosas como existen, siempre lo han hecho, se me queda pegado en la cabeza que ahora tocan carranga, su mutación los lleva para ese lado, pero es solo mi percepción, y al pasar tantos años, creo que debo volver a descubrirlos.
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