martes, 8 de octubre de 2013

I'm in heaven

Por Chavo:


Camino por las calles de New York buscando registrar con el lente de mi cámara una simple esquina con algo de mística, el preciso momento de una persona desconocida o cualquier cosa que llame mi atención. Las canciones del último álbum de Depeche Mode que escucho a través de los audífonos complementan el momento, estoy cautivado profundamente con su melodía y lírica, quizás por eso lo escucho todo el tiempo.

Los llaman los padres del Rock Electrónico, no se con certeza si lo sean, pero lo que si se, es que su música me gusta más que la de cualquier otra banda dentro del género. Sé que están por tocar en la ciudad, entro a internet para comprar la boleta, pero encuentro un sold out para la fecha de la presentación. Continúo buscando información y veo que tocaran dos días después en un teatro ubicado en una playa llamada Jones Beach a una hora saliendo de la ciudad. Los planetas se alinean y la prima de un parcero viajará junto con sus dos compañeras de estudio al concierto, si señores, ya tengo cupo en su carro y concierto garantizado.

Llegamos a las 2 PM a la playa, desde esta se puede ver a un costado una especie de concha acústica llamada Jones Beach Teather en donde será el concierto. Se acostumbra a calentar motores pasando la tarde sobre la arena tomando algún trago y almorzando, sobre las 6 de la tarde las personas recogen sus cosas y se dirigen a la entrada principal del recinto. Que afortunados los que pueden llegar a esta esquina para vivir un concierto de esta manera, playa, mar y cerveza hacen del lugar algo único para vivir una previa sin igual.



Pero si la playa lo deja a uno tramado, el recinto esta fuera de concurso. Las graderías están sobre la playa mirando hacia el mar, pero la estructura de la tarima, obviamente en frente de las graderías, está ubicada extraordinariamente entrando algunos metros al mar, sobre éste prácticamente. Es un escenario al aire libre que utilizan solo en verano, un lugar mágico en donde se observa el atardecer en el horizonte y las estrellas claramente sobre uno.

Siempre voy a decir que vivir la vida sin depender de nada externo a uno es lo ideal, sin alcohol, sin rumba, sin depender de compañía, sin marihuana, solo uno y su interior, al menos esa es mi lucha interna, pero bueno, somos una especie destructiva con nuestro mundo y nosotros mismos, y las cosas están a la mano para disfrutarlas al menos con cierto equilibrio.

Me gusta la marihuana, me hace bien, porque no tengo la capacidad que tiene la mayoría de manejar el estrés y fumar me desconecta de mis constantes preocupaciones, me hace sentir positivo con mi presente. Por eso para mí un coctel ideal es un porro antes de un concierto, es lograr una sensibilidad y conexión profunda con la banda. 



El concierto empieza, la pachamama abrazándome y el sonido de la banda fiel y exacto a los sonidos de sus CD`s me llenan de felicidad, miro al cielo y me persigno agradeciendo el momento. Las proyecciones en las pantallas de figuras geométricas con estética de luz neón blanca y roja sobre fondos negros hacen que el escenario se fusione con el infinito sobre nosotros. Las imágenes son sobrias y dinámicas connotando constelaciones que lo elevan a uno por esa majestuosa atmósfera cósmica que se ha creado.  



Después de las primeras dos canciones mi nariz siente el olor a marihuana, no lo puedo creer, mis ojos buscan a la persona pretendiendo pedir un plon regalado, pienso, “seria increíble aparte de todo lo que ya estoy viviendo fumar en este momento”. Identifico la persona, voy hacia él, le toco el hombro, lo saludo con un inglés básico y por alguna razón me niega el plon, luego regresa a mí y me regala todo un porro y acaba su gesto diciéndome: “welcome and enjoy my friend”.

Lo prendo, lo disfruto, siento como mis sentidos se agudizan, siento como cada canción ahora me llega más al alma, no le puedo pedir más a la vida, el momento es maravilloso.

De pronto, identifico esas notas de piano que estaba esperando, finalmente ha inicia la canción que me obsesiona desde el lanzamiento del video-clip, “Heaven” la canción que quería escuchar en vivo desde que compre la boleta, y entonces canto:

  “Sometimes I slide away, Silently, I slowly lose myself, Over and over, Take comfort in my skin, Endlessly, Surrender to my will, Forever and ever, I dissolve in trust, I will sing with joy, I will end up dust, I'm in heaven

I stand in golden rays, Radiantly, I burn a fire of love, Over and over, Reflecting endless light, Relentlessly, I have embraced the flame, Forever and ever, I will scream The Word, Jump into the void, I will guide the world, Up to heaven.”

Haber ido a New York y guerrear la vida que me tocó en la ciudad valió la pena por lo vivido ese día.

La interpretación de Martin Gore, guitarrista y principal compositor de la banda, de su canción “Shake the Disease” cantándola a capela fue del putas, genero más de una lagrima, porque al mismo tiempo, se podía escuchar el sonido ambiente del mar y el viento que soplaba.

Las personas que veo en el nivel inferior de las graderías son personas que rondan los 35 o 45 años, el espacio en donde están es más amplio y les permite principalmente a las mujeres mover sus brazos sin miedo y saltar inclusive hacia los lados, son ellas las que han hecho de esa zona una fiesta.


Un grupo de rusos y rusas que está en mi fila, a mi lado izquierdo me piden compartir, lo roto, pasa por 6 u 8 manos y regresa a mí, fumo, pero esta vez las personas a mi lado derecho, estadounidenses, también quieren probar de lo que han percibido quizás sea la razón por la que ahora me ven bailar con los rusos como amigos de toda la vida. Ahora somos un grupo de 12 personas que bailan y cantan en conexión con el universo, la vida, la banda y nosotros mismos. Miro hacia mi alrededor y veo como la energía de quienes hemos fumado comienza a contagiar a quienes no lo han hecho, nos ven y sienten confianza de bailar igual, la energía se expande como un circulo en el agua que sale de un centro, mi centro, mi interior y concluyo: I'm in heaven.